viernes, 1 de octubre de 2004

Exposición."Las ruinas de mi Ser" 2004


Elizabeth Merchant, ser del mundo


Elizabeth juega con la naturaleza como si realmente fuera parte de ella, sus obras se aferran de manera indiscriminada a todo lo que se le revela, un acto lúdico que hace que sus producciones vayan más allá de la pretensión de representar al mundo, tampoco quiere apropiarse de él, no es un intento absurdo por poseerlo, es más que eso, es el saber que es parte del mismo, que no le pertenece, ella pertenece a él. Por lo tanto sus obras son una extensión del mundo en el que se recrea constantemente, porque sabe apreciar lo bello en todo: en una hoja seca, en una tortuga

muerta y reciclada, las plumas recolectadas en quién sabe dónde, un zapato viejo y en el cual ella sabe encontrar lo bello, latas, caracoles, mariposas muertas y encontradas, arena, tierra, piedras, su propio cuerpo es motivo también de sus imágenes. Es casi un hacer el amor con el mundo, es desplazarse por lo cotidiano con una naturalidad tal que no se distingue de él, por el contrario, se funde, se reunifica, se reintegra. Es como un llamado a romper con esta pretensión de poseer, de apropiarse, de hacer del mundo y de los otros, objetos de pertenencia, no, ella sabe que eso es solo una ilusión vana y lo demuestra en sus trabajos, los cuales tampoco son un intento de comunicárnoslo, sólo demuestran su necesidad incesante de decirlo, de transmitir las sensaciones y visiones con las que se enfrenta a lo diario. Un llamado a que percibamos distinto,

a que entendamos que las cosas son bellas sólo porque así queremos que sean. Tal vez por eso los marcos de sus obras son parte del todo, no se separan ni distinguen a la obra de la realidad, por el contrario la expanden, son tan obras como las mismas obras que realiza, como el propio mundo en el que redescubre el arte.

Obras como Solo quiero un color que me pueda definir tu sabor…o Vientre animal, constituyen la posibilidad de repensar los sentidos en integración y unidad y no en fragmentación, el cuerpo y sus sentidos se convierten en la mejor posibilidad de apreciar su trabajo, las texturas, los colores, los ritmos y sonidos, presentes ausentes, hacen que el perceptor tenga la posibilidad de re-sentir al mundo, mismo al que cada día parece ser más difícil acercarse en medio de toda esta tecnología que nos limita sensorialmente pues parece que lo virtual es más, aunque finalmente cada vez

sea menos.

La obra de Elizabeth Merchant resulta uno de los últimos bocados de aire puro en medio de tanta banalidad y comercialismo del arte actual, ella no desconoce la materialidad como fundamento de su trabajo, pero tampoco niega la necesidad de un concepto que integre y fundamente, el mismo lo pondrá cada espectador, quién se puede acercar sensorialmente a las obras, pero que nunca acabará de relacionarse con ellas sino hasta que logre entender que ya es parte de ellas desde antes, desde que Elizabeth decidió que así fuera, que eso es parte de su propio espacio y tiempo, que lo que ella hace es mostrar lo que está ahí, lo que siempre estará, lo que nos relaciona con la naturaleza, que nos integra a ella, nos hace ser nuevamente parte de un todo y no pedazos

posmodernos, desintegrados y aislados, ella sabe que no es sólo el reconocerse como parte de una sociedad, de un grupo o de una cultura, es ser parte del mundo y su obra es una fresca propuesta para lograrlo.





Juan Francisco Benavides

Maestro en Estudios de Arte